No soy un docente. No soy tampoco un lingüista. De hecho, mi única experiencia significativa respecto al idioma español en particular, ese que pretendo enseñar, es ser un hablante nativo. Soy sí hijo de una docente que una vez me dijo que le hubiera gustado ser médica, cuando yo estudiaba medicina. Mi mayor experiencia formativa relativa a la docencia, fue ver a mi madre enseñar (y enseñarme). Tengo la convicción de que mi gusto por la docencia parte de ahí. Y de ser un eterno estudiante, por supuesto. Tengo la suerte, por esta causa, de haber vivido el aprendizaje de lenguas extranjeras de formas muy diferentes. Empecé a aprender inglés cuando tenía 9 años, en una pequeña ciudad de Uruguay, cuando aún no existía Internet, cuando sintonizábamos 2 canales en la televisión. Ese idioma era por ese entonces algo que se reducía a información que nos daban en las clases. Y lo usábamos, además, solamente en las clases. Empecé a aprender alemán con 35 años, en la era de la hiperconexión. Desde unos pocos meses después chateo a diario en alemán, por poner un ejemplo, con una chica de Irán. Y empecé a leer blogs y periódicos en el idioma. Es decir, desde que logré adquirir un manejo mínimo del idioma, voy a clases a aprender, sí, pero también llevo mis propias dudas, mis propios avances. Como todos los estudiantes recorremos caminos diferentes sucede que, muchas veces, la clase que el profesor llevó planeada no tiene lugar. Surge una discusión sobre cualquier otro aspecto del idioma. Aprendemos algo diferente. Con mi interés por la docencia de un idioma, claro, me da con observar al profesor, y comparo.
Mis profesores de inglés, cuando era niño, llegaban y nos daban una clase. Los contenidos estaban previamente estipulados, las clases consistían por lo general en aprender a veces una estructura gramatical, a veces vocabulario relativo a una temática dada.
Algunas veces utilizábamos sí medios como canciones, películas o el desarrollo de proyectos, pero en todos los casos el planeamiento de los contenidos y la dirección de la transferencia de la información era unidireccional: del docente a los alumnos. Recién el último año en el que estudié inglés en mi ciudad natal, el año previo al comienzo de mis estudios universitarios en Montevideo, esto es, 8 años después de haber comenzado a aprender el idioma, tuvimos, de forma casual, una dinámica diferente. Un inglés decidió ir a vivir a esa ciudad de Uruguay y, aún sin ser docente, fue tomado como tal para hacerse cargo de las llamadas "clases de conversación". Tras 8 años yo ya había alcanzado un buen nivel en el idioma, por lo que esta nueva dinámica me resultó completamente disfrutable. Las clases eran de tema libre, y nos expusimos por primera vez al uso del inglés con alguien que no tenía manejo del español, y al intercambio cultural de primera mano.
Mis profesores de inglés, cuando era niño, llegaban y nos daban una clase. Los contenidos estaban previamente estipulados, las clases consistían por lo general en aprender a veces una estructura gramatical, a veces vocabulario relativo a una temática dada.
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En contraste, mi profesor de alemán, muchas veces, asume el rol de un moderador, estimulando una dinámica que surgió espontáneamente, que está por fuera de lo planeado. Creo que actualmente uno de los grandes desafíos de un docente de LE pasa por ahí, por convivir con y por estimular el autoaprendizaje. Y como estudiantes de LE, al tener las posibilidades, creo que debemos aprender activamente. Vivir el nuevo lenguaje. Quiero destacar aquí que, si bien mi manejo del inglés es notoriamente superior a mi manejo del alemán, ya que el primero lo uso desde hace 27 años y el segundo desde hace menos de dos años, el avance que tuve en este corto tiempo en el aprendizaje del alemán ha sido comparativamente mucho más grande. Además, he descartado recursos que utilizaba cuando estudiaba inglés en mi adolescencia. Por poner un ejemplo, los listados de verbos. Present, past simple, past participle. Intenté hacer algo parecido con los verbos en alemán, y lo abandoné antes de completar el intento: me parece mucho más enriquecedor usar muchos otros recursos que tengo disponibles, e ir integrando, en este caso, los verbos, sus significados y conjugaciones, en la medida en la que los uso en intercambios comunicativos verdaderos. Spielen, jugar. ¿También actuar?. ¿También tocar un instrumento?. No puedo enumerar la cantidad de expresiones que he encontrado al buscar los significados del verbo alemán spielen. Los dos significados alternativos que dejo ya eran por mí conocidos, porque ya los habíamos usado en clases, en simulaciones de conversaciones reales, y porque he tenido la suerte de poder usarlos en Alemania, usando mi alemán rudimentario hablando con alemanes. Ni se me pasa por la cabeza, por el contrario, armar una lista del resto de los usos de ese verbo para leerla a diario y aprenderlos de memoria. Cuando lleguen, llegarán.
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Vos estás mal de la cabeza... Así reacciona mucha gente al conocer mis planes. Hay días en los que les doy la razón. Mis carencias, desde lo técnico, son enormes. Empiezo de cero. Justamente por esa razón he decidido elegir un curso exigente. Y ya estoy comenzando a pensar que mi decisión fue acertada. Si bien el desafío es muy grande, ya he notado cambios en mi forma de ver el idioma, y en mi forma de ver los recursos que utilizo para el aprendizaje propio de LE. Por supuesto, como en toda experiencia formativa, a medida que avanzo con las lecturas y las actividades planteadas, voy descubriendo nuevas dudas. En definitiva, mis necesidades formativas son totales. Eso es lo que hace que el desafío sea, para mí, mucho más interesante.
Visualizo esta etapa formativa, en primer lugar, como un gran desafío. Por lo que he apuntado antes: no sólo necesito aprender a enseñar, también necesito aprender español. Cuando decidí que quería tomar este camino evalué la oferta formativa para comparar. La misma es muy amplia, pero voy a tomar este máster y un ejemplo más. Encontré en mi país un curso presencial intensivo de dos meses y medio de duración. Entonces comparé, en este caso, ese curso contra un máster en el que, además, participarían personas de diferentes países hispanohablantes. En ese caso en particular, la desición fue fácil. Pretendo, básicamente, tres cosas de este máster. La primera son fundamentos de nuestro idioma, y armas para luego poder profundizarlos de manera autodidacta o con otras instancias formativas que pudieran surgir en el futuro. La segunda, habilidades docentes. Pero habilidades docentes fundadas desde la práctica y la teoría de la docencia actual, y en particular de la docencia de ELE. Y la tercera, pretendo llevarme conocimiento sobre las diferentes "versiones" de nuestro idioma. Esta es seguramente la parte que me resulta más interesante. Sé por propia experiencia, ya que he hablado con personas de prácticamente todos los países de la América hispana, y también con personas de diferentes zonas de España, que los hispanohablantes nos comunicamos sin problemas sin importar nuestra procedencia. Más allá de las diferencias en nuestras pronunciaciones, las mayores "dificultades", y uso las comillas porque creo que no configuran tales, son el uso de algunos verbos, la denominación de muchísimos sustantivos y, por supuesto, las expresiones coloquiales de cada región. Este acervo de formas de expresarnos que, redundo, pertenecen a nuestro idioma y lo enriquecen, sería algo que me interesaría aprender, luego estudiar, luego investigar y reunir.
Imágenes.
Imagen 1: https://twitter.com/agamador/status/574284370221088769
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Imagen 2: https://sites.google.com/site/aprendizajeynuevastecnologias/competencias-tecnologicas-para-el-futuro
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